Friday, 17 de May de 2024


+ Oscar: manipulación de premios + Congreso investiga a Zero Dark




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La suerte de la película Zero Dark Thirty, de Kathryn Bigelow, estaba marcada negativamente desde diciembre del año pasado y por ningún motivo la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood la iba a premiar porque afectaba la imagen política del presidente Obama y de la CIA.  

 

En diciembre, el director interino de la CIA, Michael Morell, recibió dos cartas firmadas por la senadora demócrata Dianne Feinstein, presidenta del comité de Inteligencia, el senador demócrata Carl Levin y el senador republicano John McCain, del Comité de Servicios Armados, exigiéndole información sobre el apoyo otorgado a la cineasta Bigelow para filmar su película.

 

 

La preocupación de los senadores radicaba en la posibilidad de que los funcionarios de la CIA hubieses mentido, sobre todo en los datos de que la información de inteligencia que ubicó la casa de Osama bin Laden para la posterior operación de asalto y asesinato hubiese sido obtenida a través de la tortura, como se exhibe en la película. Los senadores reclamaron aclaraciones porque la CIA había aportado otros datos sobre el caso de Bin Laden.

 

 

En la primera carta del 19 de diciembre pasado, los tres senadores afirmaron que la CIA se desentendió del contenido de la película, pero entregó a los realizadores mucha información, incluyendo una reunión de cuarenta minutos con el mismo director interino de la agencia, algo realmente inusual. Inclusive, al inicio de la película se incluye la siguiente leyenda: “basada en información de primera mano”.

 

 

Ahí fue donde los senadores atraparon a la CIA con los dedos en la puerta. Los senadores señalan que la CIA había afirmado al Congreso ignorar datos y evidencias documentales de torturas en interrogatorios. Más aún, la misiva recuerda una carta oficial del anterior director de la CIA, Leon Panetta, afirmando que “ninguna persona detenida en custodia por la CIA reveló el nombre verdadero y completo del facilitador/mensajero o su paradero específico (de Bin Laden). Esta información fue descubierta a través de medios de inteligencia”. Sin embargo, ya se sabe que la CIA logró datos a través de la tortura.

 

 

El 31 de diciembre, los mismos tres senadores enviaron otra carta al director interino de la CIA con más inconsistencias en el manejo de evidencias oficiales sobre la información que estableció el paradero de Osama bin Laden. Le recuerdan a Morell su afirmación, que negaba la anterior, en el sentido de que “algunos datos (sobre Bin Laden) vinieron de los detenidos sometidos a técnicas mejoradas (cursivas de CR), pero había muchas otras fuentes”. Desde la época del secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld, el concepto de “técnicas mejoradas de interrogatorio” era sinónimo de torturas, sobre todo la técnica conocida en México como “submarino seco” al ponerle al detenido una bolsa de plástico en la cabeza para impedirle la respiración y el “submarino mojado”, sumiendo la cabeza en una tina de agua. Formalmente estas técnicas no generaban daños corporales.

 

 

En la segunda carta, los senadores fueron más concretos en sus preguntas:

 

 

1.- En lo que respecta a la Operación Bin Laden (UOBL, por las siglas en inglés), ¿qué información se adquirió de los detenidos por la CIA y sometidos a técnica de interrogatorio mejoradas? ¿Cuándo se obtuvo la información: antes, durante o después de que el detenido hubiera sido sometido a esas técnicas?

 

 

2.- Proporcionar ejemplos específicos de información que se obtuvo en una “oportuna y efectiva” forma de los detenidos por la CIA y sometidos a técnicas mejoradas de interrogatorios.

 

 

Las dos preguntas tuvieron una frase sin dudas amenazante para la CIA: la comprobación de las respuestas de Morell a los senadores con información previa de la CIA. El sentido fue claro: arrinconar a la CIA para determinar si mintió a los realizadores de la película Zero Dark Thirty o a los senadores, en el entendido de que las contradicciones en afirmaciones públicas del director de la CIA eran, para decir lo menos, contradictorias. El asunto se le complicó a la CIA de Barack Obama porque el pasado 24 de febrero el The Washington Post difundió declaraciones del senador McCain de que el director designado de la CIA, John Brennan, podría no ser confirmado en el senado por su pasado vinculado a la tortura de detenidos y a la crisis en Bingazi, Libia, que le costó la vida al embajador.

 

 

Lo paradójico fue el hecho de que el apoyo de la CIA a la película de Bigelow había sido una operación de relaciones públicas para mejorar la imagen de la agencia. Y para estar a tono con el orgullo del presidente Obama de la persecución del líder de Al Qaeda. En la campaña presidencial de noviembre pasado, la frase de “Yo maté a Obama” anduvo rondando en las filtraciones. Y peor aún, el inicio de la película manipula imágenes de los ataques del 9/11 a las Torres Gemelas de Nueva York como forma de asociar ese ataque terrorista criminal con el asesinato del responsable.

 

 

Los datos y documentos del Caso Dark Zero Thirty se localizan en el National Security Archive (http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB410/).

 

 

En el contexto de las revelaciones de la película, el arrinconamiento de la CIA y del desprestigio del gobierno de Obama por seguir usando las técnicas de la tortura que aprobó George W. Bush y legalizó Rumsfeld como secretario de Defensa de Bush (2001-2006), la aparición de Zero Dark Thirty en la lista de aspirantes al Oscar se convirtió en un problema político. Por ello Obama movilizó a su esposa Michelle para anunciar la premiación de Argo, una película que exalta una operación exitosa de la CIA en Irán en 1979, es decir, que presenta a una CIA buena y al servicio de la defensa de la vida.

 

 

Pero pese a la operación Hollywood de Obama, dos comités de inteligencia del Senado siguen esperando respuestas de la CIA, pusieron a la agencia en el banquillo de los acusados y la ratificación de Brennan podría darse por perdida, además de que la imagen humanista de Obama quedó al mismo nivel de la de George W. Bush: la violación de derechos humanos como política de Estado.

 

 

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